sábado, 24 de marzo de 2012

Cueva de los Encantados en el Picacho




UN TEXTO HISTÓRICO SOBRE LA CUEVA DE LOS ENCANTADOS.

Para los que no hayan pasado parte de su infancia en la Casa Sabas, o sea todos aquellos que no sean hijos de las llamadas en otra entrada, “cinco ramas”, conviene empezar diciendo donde sitúa la llamada Cueva de los Encantados y en que consiste la leyenda que se le refiere. Tal cueva esta en la montaña llamada el Picacho, vecina de la Madama que da nombre al Blog. Este Picacho toma su nombre de su propia cima, larga y extensa, pero en cuyo extremo se levanta, casi vertical, una gran peña, con otras mas pequeñas a su pie. En la parte de atrás de esa peña hay, según la leyenda, una cueva, de la que en la mañana de San Juan, al amanecer, sale un piquete de tropas fantasmales. Tal cueva no se ve desde la Casa Sabas, no solo por la distancia sino porque esta en el otro lado del Picacho, y la tapa la propia peña.
Los jornaleros de la Casa Sabas, los medieros Encarna y Joaquín, la Niñera, la Pastora, Manuel, Juan el Guarda y todos los que por allí pululaban en aquellos tiempos sabían de la leyenda y la contaban cuando venía a cuento. No hay que decir la impresión que me causaba como niño que era, que supongo común a todos los primos.
Ahora mas crecido no fue menor la que me produjo encontrar un libro donde se daba noticia de la misma, por parte de un escritor que merece presentación aparte y lo haré bajo el título de
EL PERSONAJE.

Porque lo fue desde luego. Se llamaba Mario Roso de Luna y vivió a caballo entre el siglo XIX y el XX pues murió en el año 1931. Este señor pasa por ser el mas conspicuo representante español de la llamada teosofía o, si se prefiere, el ocultismo, y por tanto toda su obra esta plagada de extrañas simbologías y percepciones extrasensoriales. De él contó no hace mucho el periodista Manuel Martín Ferrand, en su columna diaria -y utilizando esa técnica tan común a los de su oficio de contar un suceso que les de pié para el asunto principal- una deliciosa anécdota que, creo recordar, extrajo de las memorias de Pío Baroja y que aquí transcribo: Cuando Roso de Luna murió, llegaron a la casa mortuoria Don Pío y otras personas que conocieron al difunto y al preguntar a sus familiares, como es de rigor, sobre como se encontraban, éstos les respondieron que muy bien, estupendamente incluso. Al ver el desconcierto en el rostro de los visitantes, los familiares se apresuraron a dar una explicación: “hemos recibido su mensaje astral, él también está muy bien, ahora es gallo en Madagascar”
No crea el lector que este hombre, antes de ser gallo, dejó de tener cierta consideración en su época y la sigue teniendo actualmente entre quienes se inclinan a los conocimientos taumatúrgicos. Ya he dado a entender que algunos intelectuales contemporáneos le respetaban, otros no tanto. En todo caso su obra es monumental, casi cuarenta volúmenes y tenía vastos conocimientos de historia y mitología. Yo solo tengo dos libros suyos que encontré en una librería de viejo. Uno de ellos, el volumen XXXI de sus obras completas, se llama “Del Árbol de las Hespérides” “(Cuentos teosóficos españoles)” y recoge la leyenda familiar. La noticia sobre la cueva es muy breve, como pasa siempre con estos asuntos, y a través de ella se extiende sobre sus temas predilectos, pero voy a transcribirlo íntegro en letra bastardilla, con su nota a pie de página de seguido. Ahí va:

LOS ESPECTROS DE JUMILLA

Un buen amigo de Jumilla me dice: “en el término de este pueblo existe una cueva de bastante extensión y altura, donde crece una higuera que jamás pierde la hoja ni echa fruto (1) (sobre esta “siempre verde higuera” podría escribirse un extraño epígrafe, porque uno de los detalles mas típicos, concomitante con ciertas vivencias astrales, es el de “la planta siempre verde y que gira vertiginosa”; pero hoy no es ocasión de abordar un problema psíquico tamaño que nos apartaría demasiado de los sencillos relatos objeto de este volumen), y es creencia general, apoyada por el testimonio de varios que dicen haberlo visto, que el día de San Juan, al despuntar el día, sale de esta cueva una gran cohorte militar de espectros con caballos de guerra ricamente enjaezados, guerreros que, precedidos de fantásticos estandartes, se dirigen hacia el Sur, despareciendo en la lontananza, cual si evocasen algún hecho lejano histórico por allí acaecido…”
La leyenda en cuestión que nuestro verídico corresponsal nos transmite no deja de ser interesante, por reproducir otras análogas que se han hecho célebres en los fastos de la literatura y de la historia, tales como aquellos espectros que, en el aniversario de la batalla de Farsalia –donde perecieron como es sabido, las libertades romanas al ser derrotados los pompeyanos por las huestes de César-, todavía seguían chocando entre sí, al decir de los clarividentes, y reproduciendo los pormenores todos de la lucha cual en la mas perfecta de las cintas cinematográficas. Otra leyenda semejante de los fastos de Soria nos pinta por la mano exquisita de Gustavo Adolfo Bécquer a dos pelotones de guerreros chocando fiera y astralmente en aquella deliciosa curva que hace el Duero, por bajo los claustros románicos de San Juan, por cima de la ermita se San Saturio, y enfrente de las ruinas templarias del monasterio de Santo Polo, según las cuenta el malogrado vate en su admirable “Noche de ánimas”
Tales leyendas, y otras tantas de “almas en pena”, vagando misteriosamente al cabo de años y siglos por los lugares de sus desdichas o de sus crímenes, al modo del espectro del padre de Hamlet o de la Dama Blanca, de los Hohenzollern, nos plantean este problema de ocultismo que no vamos sino a apuntar aquí: el de las llamadas “fotografías astrales” o “memoria de la naturaleza”, archivo eterno, aunque invisible habitualmente para nosotros, en el que quedan registrados todos los hechos de la vida, así los mas grandiosos como los más ínfimos.
Sabido es, en efecto, el poder químico de la luz, poder que, actuando sobre las sales de plata o de otros materiales en determinadas circunstancias, permiten la fijación de las imágenes exteriores de un modo mas o menos permanente. Pero ¿es que hemos agotado todas las posibilidades de fijación?; ¿es que no queda siempre en el ambiente de cada lugar algo del aura, de la psiquis de las cosas pretéritas?
No pisamos una sola vez las ruinas venerandas del pasado, sea en Balbek o en Palmira, en Mérida, Roma o Itálica, sin que a la mente del menos sensible a las astrales sugestiones del pasado no les sea representada alguna escena, alguna emotividad, la palpitación, en fin de un algo que ya no es apreciable ciertamente a los sentidos físicos, pero sí a ese sentido interno, transcendente o psíquico, que tan alto habla en el artista, en el intuitivo y en el místico. Ello es el alma de toda poesía, de toda evocación histórica y hasta de toda concepción científica, en disciplinas como la Geología y la Paleontología, en las que también se trata de reconstituir mágicamente, merced a la sublime facultad de nuestra imaginación creadora, algo que ya no existe materialmente, para “los dormidos”, pero que diríase palpita con mayor vigor y mas sublime luminosidad, por lo mismo acaso que no es tangible.
Este es el principio del gran secreto de la llamada “Luz Astral” por teósofos y cabalistas, el Gran Archivo imposible de ser falsificado como los de los hombres y en el que pueden leer como en un libro abierto los dotados de la facultad de buzar en lo suprasensible.

VUELVE EL PRIMO
Eso es todo. La verdad es que lo mismo dice el gran Rodrigo Caro en sus versos a las ruinas de Itálica, y quien sabe si el autor del artículo no los tenía en mente al escribirlo, pues cita la histórica ciudad, y que un servidor se aprendió de memoria en uno de los famosos viajes a Andalucía de los primos y en el que inmortalizamos con la moderna fotografía, ya en color, un grandioso paseíllo de toreros por el mismísimo anfiteatro.

¿Cómo en el cerco vago
De su desierta arena
El gran pueblo no suena?
¿Dónde, pues fieras hay, esta el desnudo
Luchador? ¿Dónde el atleta fuerte?
Todo desapareció, cambió la suerte
Voces alegres en silencio mudo;
Mas aún el tiempo da en estos despojos
Espectáculos fieros a los ojos,
Y miran tan confusos lo presente,
Que voces de dolor el alma siente.

Por tanto, digo yo que antes de mucho, o sea dentro de tres o cuatro millones de años, quien sabe si no saldrá, en los días de las cabañuelas de Agosto, una caravana de niños fantasmales, de un erial en donde quedan cimientos de la que debió ser gran mansión, montados en bicicletas, a perderse por esos montes circundantes. Y que no dejarán de oírse sus risas, sus voces y sus llantos.
La vida eterna futura es incierta, según las creencias y la fe de cada cual. Pero la que no admite duda es la vida eterna que pasó, porque lo que ocurrió, eso ha sido para siempre jamás y el rumbo de esas bicicletas que salieron a perderse por aquellos lejíos del Casón o la Melera ya no lo cambia ni la mano de Dios.

Texto y foto enviados por Perico Vidal.

10 comentarios:

  1. Es de Perico. La subo yo con los habituales problemas en el tamaño de la letra. Cuando Carmen III pueda que la ponga mas grande. ¡Marditos roeores de la informática!

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  2. ¡Bien! La culpa la tiene el PC; desde el Ipad puedo cambiar la letra. Estoy imparable.

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  3. Anda! Pues te la he vuelto a cambiar de tamaño!!!

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  4. Ya me dirás el que usas para que sean todas las entradas iguales. Te informé también por WhatsApp de mis progresos.

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  5. Pues la letra que viene por defecto y el tamaño es el segundo más grande. Alineación justifica y arreglau.

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  6. Tio Perico!! Me ha fascinado esta historia, gran artículo.

    Joder con los hermanicos Vidal, van a tener razón...

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  7. Si es que con un Jumilla se encanta cualquiera.

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  8. hasta el punto de que no veo la nota a pie de página por ningún lado, ese (1), hermano, se quedó en la frasca.

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    1. Como que no. Siempre has sido un lector rápido, demasiado diría yo. En la tercera línea del artículo hay un 1 y entre paréntesis la nota de la planta siempre verde que gira vertiginosa. Y sin Jumilla. Pues el caso es que navegando hay mas sobre la cueva, y volviendo a navegar (ya por el índico) he encontrado otro libro, que he encargado, cuyo autor es un profesor de Hellín. El libro es sobre creencias del antiguo reino de Murcia, he leido un extracto por internet y resulta que las Madamas son montañas mágicas de la región de Murcia. Hay unas cuantas. Continuará.

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    2. Pues está bien ese notorio pie de página entre líneas y entre paréntesis que disculpa, en parte, mi apresurado comentario. En el arte de blogspostear los comentarios, despistados o agudos, son bienvenidos siempre (¡Hay alguien ahí fuera!) y permiten ampliaciones a lo dicho.
      El escrito, que vino sin título, me pareció tan bueno que se lo busqué para que los interesados ajenos a la familia lo pudiesen encontrar fácil con san Google.
      Navegué y encontré este boletín donde en las páginas 18 y 19 hace referencia al encantador suceso.

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